Viejo puente, viejos tiempos…
Era el año ´78, hacía ya un tiempo que nos estábamos viendo con Lucas. Lucas vivía en Carmen de Patagones y yo en Viedma. Con lo cual vernos era, por lo menos, trabajoso. Pero las ganas, pero querer a veces es suficiente… y así era. Eso sí, a escondidas. El único que sabía era el vecino de Lucas, que por las noches se encargaba de vigilar el puente viejo. Y claro que en esos años el puente nuevo no existía, no, ése se construyó después, con el gobierno de Alfonsín, que quería llevar la capital a Viedma.
Nos veíamos a la noche, siempre sobre el puente. Y ahí nos escondíamos y nos quedábamos varias horas. Lucas me leía, me contaba historias, cómo le gustaba hablar de la historia. Así conocí a Nietzsche, a Cortazar, a Pessoa… así me contó de la magia del puente viejo.
Lucas me decía, que el puente viejo, tenía olor a silencios, a dolores, a años. Tenía pasos de ida y vuelta. Tenía la imagen de Borges, visitando el sur. El puente viejo, en verdad era mágico, fue testigo de encuentros y desencuentros. De tristezas, de suicidios, de llantos de bebés, de perros perdidos… y me contagió su amor, era verdad, sí, el puente viejo es mágico.
Entre tantas noches nuestra relación comenzó a profundizarse, a afianzarse. Yo estaba tan enamorada de él, que creo que él se dio cuenta, justo a tiempo. O, bueno, puede que él justo se haya enamorado de mí también, en ese preciso momento.
Éramos tan chicos, apenas 18 años teníamos. Y, esa época era muy particular, los milicos dando vueltas, teníamos que tener mucho cuidado. Pero en sus brazos, no sentía miedo, estaba a salvo, me sentía segura.
A esa edad, comencé a reconocer mi cuerpo, y para mi desdicha descubrí que no me sentía cómoda. No me gustaban mis tetas. No, no me gustaban, las veía tristes, flojitas, no sé, feas. Creo que hasta las odié. Y justo a esa edad, cuando el fuego quema por dentro, sentía que estaba perdida, que no iba a poder desnudarme jamás frente a Lucas, me daba vergüenza.
Nuestras noches empezaron a ser más largas, más profundas, más húmedas. Ah, y en esa época no existía el push-up!, no, nada de magia, lo que había había.
Una noche, cuando las caricias eran irrefrenables decidí enfrentar la situación, y le conté a Lucas mi problema. Sí, lo de mis tetas. Le dije que no me quitaría el corpiño, y que él debía entenderme sin hacer un interrogatorio al respecto. Tema cerrado, así me protegía, ese era mi escudo, esa era mi orilla, mi límite, y por nada él podría llegar.
Comenzamos a amarnos cada noche en el puente viejo. Cada noche era un concierto, un descubrimiento, un encuentro lindo, placentero.
Cuando la relación se puso más seria, el corpiño se transformó en un problema para Lucas. Se enojaba, no me entendía. Y recibí el gesto de amor más grande en años…
Lucas me esperó, como cada noche, en la mitad del puente. Nos quedamos ahí varios minutos en silencio contemplando la luna, la silueta de dos ciudades delineadas por las luces que en la inmensidad de la oscuridad parecen países enormes. Después, me tomó la mano y caminamos hacia nuestro lugar, nuestra guarida. Llegamos, me pidió que cierre los ojos, y comenzó la función… me besó, me besó toda la cara, después de deslizó por el cuello, y yo con la respiración nerviosa. Volvió a mis hombros y besó cada vértebra de mi columna, de norte a sur. Subió y se quedó justo a media espalda, donde el broche del corpiño irrumpía su suave deslizar, y ahí, sin más, con sus dientes logró zafar el broche. Se movió, lentamente hacia mis tetas y las besó, una y otra vez, las acarició, las humedeció, se alejaba y volvía, otra vez y otra más. Todavía me parece sentir el calor de su respiración en mi pecho. Suave, pausada, intensa… se ayudó con las manos para sacarlo por completo y me pidió, casi inaudible, que abra los ojos. Me miró con el corpiño en su mano izquierda y, sin dudar, lo lanzó al medio del río…
Me sentí desnuda, desprotegida, chiquita…
Lucas, no dejó de mirarme un solo instante y balbuceó: me gustás, así, como sos… no te escondas, no te tapes, desnuda sos hermosa…tu corpiño es la razón que le faltó a Goya para pintarte… tranquila… todo está bien…
Y me perdí, me dejé llevar por sus palabras, por su inmensidad que me hacía grande, que me hacía mujer…
Esa noche, y con el puente viejo como único testigo de la magia que nos envolvía, entendí que descubrir no es aceptar, y que para aceptar, a veces, es necesario cruzar el puente…
Era el año ´78, hacía ya un tiempo que nos estábamos viendo con Lucas. Lucas vivía en Carmen de Patagones y yo en Viedma. Con lo cual vernos era, por lo menos, trabajoso. Pero las ganas, pero querer a veces es suficiente… y así era. Eso sí, a escondidas. El único que sabía era el vecino de Lucas, que por las noches se encargaba de vigilar el puente viejo. Y claro que en esos años el puente nuevo no existía, no, ése se construyó después, con el gobierno de Alfonsín, que quería llevar la capital a Viedma.
Nos veíamos a la noche, siempre sobre el puente. Y ahí nos escondíamos y nos quedábamos varias horas. Lucas me leía, me contaba historias, cómo le gustaba hablar de la historia. Así conocí a Nietzsche, a Cortazar, a Pessoa… así me contó de la magia del puente viejo.
Lucas me decía, que el puente viejo, tenía olor a silencios, a dolores, a años. Tenía pasos de ida y vuelta. Tenía la imagen de Borges, visitando el sur. El puente viejo, en verdad era mágico, fue testigo de encuentros y desencuentros. De tristezas, de suicidios, de llantos de bebés, de perros perdidos… y me contagió su amor, era verdad, sí, el puente viejo es mágico.
Entre tantas noches nuestra relación comenzó a profundizarse, a afianzarse. Yo estaba tan enamorada de él, que creo que él se dio cuenta, justo a tiempo. O, bueno, puede que él justo se haya enamorado de mí también, en ese preciso momento.
Éramos tan chicos, apenas 18 años teníamos. Y, esa época era muy particular, los milicos dando vueltas, teníamos que tener mucho cuidado. Pero en sus brazos, no sentía miedo, estaba a salvo, me sentía segura.
A esa edad, comencé a reconocer mi cuerpo, y para mi desdicha descubrí que no me sentía cómoda. No me gustaban mis tetas. No, no me gustaban, las veía tristes, flojitas, no sé, feas. Creo que hasta las odié. Y justo a esa edad, cuando el fuego quema por dentro, sentía que estaba perdida, que no iba a poder desnudarme jamás frente a Lucas, me daba vergüenza.
Nuestras noches empezaron a ser más largas, más profundas, más húmedas. Ah, y en esa época no existía el push-up!, no, nada de magia, lo que había había.
Una noche, cuando las caricias eran irrefrenables decidí enfrentar la situación, y le conté a Lucas mi problema. Sí, lo de mis tetas. Le dije que no me quitaría el corpiño, y que él debía entenderme sin hacer un interrogatorio al respecto. Tema cerrado, así me protegía, ese era mi escudo, esa era mi orilla, mi límite, y por nada él podría llegar.
Comenzamos a amarnos cada noche en el puente viejo. Cada noche era un concierto, un descubrimiento, un encuentro lindo, placentero.
Cuando la relación se puso más seria, el corpiño se transformó en un problema para Lucas. Se enojaba, no me entendía. Y recibí el gesto de amor más grande en años…
Lucas me esperó, como cada noche, en la mitad del puente. Nos quedamos ahí varios minutos en silencio contemplando la luna, la silueta de dos ciudades delineadas por las luces que en la inmensidad de la oscuridad parecen países enormes. Después, me tomó la mano y caminamos hacia nuestro lugar, nuestra guarida. Llegamos, me pidió que cierre los ojos, y comenzó la función… me besó, me besó toda la cara, después de deslizó por el cuello, y yo con la respiración nerviosa. Volvió a mis hombros y besó cada vértebra de mi columna, de norte a sur. Subió y se quedó justo a media espalda, donde el broche del corpiño irrumpía su suave deslizar, y ahí, sin más, con sus dientes logró zafar el broche. Se movió, lentamente hacia mis tetas y las besó, una y otra vez, las acarició, las humedeció, se alejaba y volvía, otra vez y otra más. Todavía me parece sentir el calor de su respiración en mi pecho. Suave, pausada, intensa… se ayudó con las manos para sacarlo por completo y me pidió, casi inaudible, que abra los ojos. Me miró con el corpiño en su mano izquierda y, sin dudar, lo lanzó al medio del río…
Me sentí desnuda, desprotegida, chiquita…
Lucas, no dejó de mirarme un solo instante y balbuceó: me gustás, así, como sos… no te escondas, no te tapes, desnuda sos hermosa…tu corpiño es la razón que le faltó a Goya para pintarte… tranquila… todo está bien…
Y me perdí, me dejé llevar por sus palabras, por su inmensidad que me hacía grande, que me hacía mujer…
Esa noche, y con el puente viejo como único testigo de la magia que nos envolvía, entendí que descubrir no es aceptar, y que para aceptar, a veces, es necesario cruzar el puente…
9 comentarios:
porq habra sido este tu primer texto en el blog? estas cruzando el puente, no? asi empiezan los exitos, amiga... cruzando los puentes, las lineas, las puertas, las trabas... te felicito!!! te quiero!!!! PARA VOS!
Nunca te había leído, tal vez hasta ahí ibamos bien. Ahora ME ENCANTO!!!!!!....entonces?que problema!!! tendrás el desafío de superar con nuevas historias, tu primer texto en el blog: todo un desafío!!!!. Te felicito yo también!!!!!!Besos enormes linda!!!!!
Felicitaciones niña,y de aca al mundo ;), besotes,
Por los puentes que se cruzan. Por caminar hacia donde querramos ir.
Un brindis a lo lejos. Mezi
amiga, que manera de arrancar con tu blog!!! te felicito, te aliento, te sigo en esto que es tu vida!
Acordate que aca quedó el puente...venite y lo cruzamos juntas! besos. te quiero
muy bueno tu lanzamiento en la red, me gusto mucho y espero que este solo sea el comienzo de una larga carrera!!!!!besos te quiero mucho y espero mas!!!!
Hola, me encanta... aunque no reconozca los cambios en el texto si los reconzco en vos. Esto es un avance increible, y creo que ya lo sabes... no dejes que la vergûenza, miedo o lo que sea no te dejen seguir con esto.
TE FELICITO, te quiero
Besosssss
Agachar la cabeza y mirar hacia abajo hace que el vértigo te impida poner un pie siquiera en ese puente; vos miraste hacia adelante, y eso es algo que nunca nadie te va a quitar y que va a quedar en la historia, en tu historia, gracias por regalarnos esto, te quiero mucho y espero que nos sigas regalando muchas palabras mas, sos grande hermosa, te quiero.
Te felicito, sabía que te apasionaban las letras pero nunca imagine que era para tanto...
Me tenés que pasar la receta, o mejor dicho las recetas...
Pensá que ahora nos haces disfrutar de otra de tus cualidades. Buenisimo!!!
P.-
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