Me faltaba… un novio I
Cuando Laura, mi gran amiga, me decía que a mí me faltaba un novio yo asentía con la cabeza. Y por dentro pensaba que ella me decía eso como si fuese algo fácil de encontrar. Estábamos de acuerdo en una cosa: me faltaba algo. Pero ¿qué?
Yo no tenía mucha experiencia en esto del amor. Había salido muchas veces con chicos, con chicos lindos, con chicos piolas, con pelotudos. Pero con ninguno había durado más que unos meses.
Yo fui sola siempre, para todo. Dejé de vivir con mi familia de muy chica. Con lo cual siempre me faltó todo de todo. Qué sé yo a qué se refería Laura con que me faltaba “un novio”. No un par de zapatos, un novio.
Yo, de verdad, no sabía muy bien qué era un novio. Entonces pensé en otras cosas que me faltaban, unos cuantos libros que leer y otro tanto que comprar. Pensé que me faltaba aprender a hacer asados sola, sola de principio a fin. Pensé que me faltaban probar bebidas, que no podía sólo beber vino. Pensé en todo lo que no tenía, lo que me faltaba.
Y verán, descubrí que a uno le sale más fácil la lista del debe que la del haber.
Entonces, pensé. Me faltan recitales de rock, me falta pogo. Me falta un jeans rojo o uno negro, siempre azules!, me falta una manguerita que conecte la canilla de agua fría a la de agua caliente porque así no puedo seguir lavando los platos. Me faltan ver más obras de teatro, me falta un cepillo de dientes eléctrico… o todo esto en realidad no es necesario y, como dice Lau, me faltaba un novio.
Un novio normal, piola, compinche, con quien hablar en las noches, a quien abrazar en mi cama. Un novio con ojos lindos, con quien tenga ganas de tener sexo. Uno para querer mucho. Uno para comer panqueques. Uno casi bueno, casi fiel, casi que exista.
Y un día como un milagro, como esas películas francesas donde la ficción es siempre realidad, y como dice el dicho, el amor llegó a mi puerta, ¿o llegué a la suya?... qué importa, llegamos y punto.
Encontré un compañero de mate, de charlas, de vinos. Un novio que le cae bien a mis amigos, que le gustó a mi papá. Que me enamoró. Un compañero de sueños, y de noches y de días. Uno casi perfecto, casi increíble, casi normal. Un novio que me pinta y se pinta. Un novio que me viste y me desnuda. Uno que juega bien al truco, que le gusta mirar pelis. Que se ríe con Olmedo y Porcel! Encontré un novio que me lleva de la mano, que se sonroja cuando le digo casi brutalmente que soy feliz con él en mi vida.
Y de a poco voy entendiendo lo que Lau decía. Es verdad, me faltaba un novio.
Cuando Laura, mi gran amiga, me decía que a mí me faltaba un novio yo asentía con la cabeza. Y por dentro pensaba que ella me decía eso como si fuese algo fácil de encontrar. Estábamos de acuerdo en una cosa: me faltaba algo. Pero ¿qué?
Yo no tenía mucha experiencia en esto del amor. Había salido muchas veces con chicos, con chicos lindos, con chicos piolas, con pelotudos. Pero con ninguno había durado más que unos meses.
Yo fui sola siempre, para todo. Dejé de vivir con mi familia de muy chica. Con lo cual siempre me faltó todo de todo. Qué sé yo a qué se refería Laura con que me faltaba “un novio”. No un par de zapatos, un novio.
Yo, de verdad, no sabía muy bien qué era un novio. Entonces pensé en otras cosas que me faltaban, unos cuantos libros que leer y otro tanto que comprar. Pensé que me faltaba aprender a hacer asados sola, sola de principio a fin. Pensé que me faltaban probar bebidas, que no podía sólo beber vino. Pensé en todo lo que no tenía, lo que me faltaba.
Y verán, descubrí que a uno le sale más fácil la lista del debe que la del haber.
Entonces, pensé. Me faltan recitales de rock, me falta pogo. Me falta un jeans rojo o uno negro, siempre azules!, me falta una manguerita que conecte la canilla de agua fría a la de agua caliente porque así no puedo seguir lavando los platos. Me faltan ver más obras de teatro, me falta un cepillo de dientes eléctrico… o todo esto en realidad no es necesario y, como dice Lau, me faltaba un novio.
Un novio normal, piola, compinche, con quien hablar en las noches, a quien abrazar en mi cama. Un novio con ojos lindos, con quien tenga ganas de tener sexo. Uno para querer mucho. Uno para comer panqueques. Uno casi bueno, casi fiel, casi que exista.
Y un día como un milagro, como esas películas francesas donde la ficción es siempre realidad, y como dice el dicho, el amor llegó a mi puerta, ¿o llegué a la suya?... qué importa, llegamos y punto.
Encontré un compañero de mate, de charlas, de vinos. Un novio que le cae bien a mis amigos, que le gustó a mi papá. Que me enamoró. Un compañero de sueños, y de noches y de días. Uno casi perfecto, casi increíble, casi normal. Un novio que me pinta y se pinta. Un novio que me viste y me desnuda. Uno que juega bien al truco, que le gusta mirar pelis. Que se ríe con Olmedo y Porcel! Encontré un novio que me lleva de la mano, que se sonroja cuando le digo casi brutalmente que soy feliz con él en mi vida.
Y de a poco voy entendiendo lo que Lau decía. Es verdad, me faltaba un novio.